Una vez que se aparece la artrosis, si no se toman las medidas a tiempo, como frenar el dolor e impedir el progreso de esta enfermedad, el proceso empeorará inevitablemente, complicando el tratamiento de los síntomas y haciendo cada vez más difícil y dolorosa la vida del perro.
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Al principio es difícil detectarla, hasta por los mismos profesionales, puesto que los perros compensan los cambios que sufre la articulación afectada, desplazando el peso a la otra parte sana, o evitando hacer presión sobre la misma.
De hecho, la cojera o alteración en el apoyo al comienzo de la enfermedad, pueden ser intermitentes o estacionales y poco evidentes. En esta etapa, el perro todavía puede dar largos paseos y jugar, ocultando el dolor que padece.
Pero según avanza la enfermedad, el dolor se hace mas evidente, ya que aumenta la degeneración articular, el perro cojea de forma continua, evita el movimiento y hasta muestra dolor con la simple palpación de las articulaciones afectadas.
Aparte de la cojera, existen otros síntomas que nos hacen sospechar que nuestro perro pueda tener artrosis y son los siguientes:
- Dificultad para ponerse en pié o para sentarse y tumbarse (lo hacen muy lentamente y con posturas forzadas).
- Se muestran reacios a salir de casa para pasear y cuando lo hacen les cuesta seguirnos (en ocasiones,incluso, aunque caminemos despacio).
- Disminución del apetito (el malestar general les puede crear inapetencia).
- Cambios en el comportamiento originados por el dolor constante:
- Nerviosismo por las noches e insomnio.
- Irritabilidad e incluso agresividad. El perro se muestra irritable y no quiere ser tocado ni acariciado, particularmente cerca de las articulaciones afectadas.
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